Como profesionales del sector asegurador, debemos estar al tanto de la legislación que interfiere directa o indirectamente en nuestro negocio. Una nueva ley aprobada tiene, obviamente, un impacto directo en una industria. Pero eso no es todo: un programa que empieza a debatirse influye en el comportamiento, los hábitos e incluso las preferencias de los consumidores.
La reforma fiscal, aprobada a finales de 2024, trajo cambios considerables al sistema tributario brasileño, prometiendo simplificar la estructura de recaudación de impuestos que teníamos hasta entonces. Sin embargo, debemos estar atentos a los efectos prácticos de estos cambios - a corto, medio y largo plazo - especialmente en el mercado de automóviles y sus implicaciones para los consumidores y las empresas.
Entre los principales cambios, se han creado tres nuevos impuestos: el IBS (Impuesto sobre Bienes y Servicios), el CBS (Contribución sobre Bienes y Servicios) y el IS (Impuesto Selectivo). Estos impuestos sustituyen a los antiguos, como el IPI, el ICMS, el ISS, el Cofins y el PIS/Pasep. En el caso de los vehículos, la fiscalidad será ahora gradual y se guiará por criterios como la eficiencia energética, la reciclabilidad de los materiales y las emisiones contaminantes. El tipo será del 26,5% -el estándar sobre bienes y servicios establecido por la reforma- más el IS.
Una de las novedades que más llama la atención en el sector del automóvil es el tipo cero para los turismos. Aunque esto pueda parecer ventajoso, es esencial analizar el panorama general. Los impuestos para otros tipos de vehículos, incluidos los eléctricos, se ajustarán, lo que podría afectar al coste de compra y, en consecuencia, a las pólizas de seguros. Esta diferenciación fiscal, basada en criterios medioambientales, es un reflejo de las nuevas prioridades del mercado global, pero requiere una adaptación estratégica por parte de las aseguradoras -de hecho, por parte de la sociedad en su conjunto.
Otro punto importante es la idea de que impuestos más altos no significan necesariamente precios más altos para el consumidor final. Esta ecuación dependerá de cómo la cadena productiva y comercial repercuta estos costes. Para las aseguradoras, la interpretación de este escenario es compleja, ya que unos precios más altos pueden reducir la demanda de vehículos, repercutiendo en la contratación de seguros. Por otro lado, un mercado que valore la eficiencia energética y la sostenibilidad podría abrir oportunidades para nuevos productos en su "estantería" dirigidos a un público más concienciado.
De hecho, cuando hablamos de aumentar o reducir el consumo o de contratar servicios, lo hacemos desde un punto de vista más especulativo, ya que en el camino aparecen otras variables. Es más, el público consumidor siempre nos sorprende al final. El caso es que tenemos que ser flexibles y bailar siempre al son de la música.
En un sector en el que la legislación interfiere directamente en el negocio, estar al día de la evolución de la reforma es la "prioridad del día". Es más, es esencial. Además, el diálogo entre empresas, asociaciones y Gobierno será crucial para garantizar que los cambios promuevan un entorno equilibrado, sin comprometer la accesibilidad al transporte ni el desarrollo del mercado de seguros, que representa más de 185.000 empleos directos, según la CNseg (Confederación Nacional de Entidades de Seguros Generales, Privados de Pensiones y Vida, Complementarios de Salud y Capitalización).
La reforma fiscal es una oportunidad de evolución, pero requiere atención y planificación estratégica. Depende de nosotros, los actores del sector, no sólo comprender sus implicaciones, sino también encontrar la manera de contribuir a un futuro más eficiente, sostenible y justo para todos los implicados.
Fuente: Segs
Proveemos información Técnica y Financiera del Mercado Asegurador