Las políticas públicas que fomentan la adopción de prácticas sostenibles y la contratación de seguros, mediante subvenciones y programas de formación, son fundamentales
Cualquiera que haya pisado la tierra sabe lo importante que son las operaciones de crédito rural para el desarrollo del agronegocio. Es a través de ellas que los productores brasileños pueden invertir en tecnologías, insumos y gestión para aumentar la productividad y la sostenibilidad de sus actividades, comprar tractores, construir almacenes e incluso pagar salarios.
La luz de alerta se enciende por el hecho de que estas operaciones están vinculadas a la producción agrícola, que a su vez está expuesta a una serie de riesgos climáticos y ambientales.
De ahí la dimensión del seguro rural, así como de las prácticas sostenibles, como herramientas de importancia fundamental para mitigar estos riesgos, garantizar la viabilidad de las operaciones financieras y la seguridad alimentaria.
El seguro rural protege a los productores rurales ofreciendo cobertura contra las pérdidas resultantes de fenómenos climáticos adversos como sequías, heladas, exceso de lluvias y otros. Como tal, esta protección es esencial no sólo para la sostenibilidad financiera del productor, sino también para la estabilidad del sector agrícola en su conjunto.
A su vez, las prácticas agrícolas sostenibles desempeñan un papel vital en la mitigación de los riesgos medioambientales y climáticos. Técnicas como la rotación de cultivos, el uso eficiente del agua, la conservación del suelo y la adopción de sistemas agroforestales no sólo mejoran la resistencia de los cultivos a las variaciones climáticas, sino que también contribuyen a la preservación de los recursos naturales y a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El productor que ve el beneficio de estos dos frentes, promoviendo la integración de prácticas sostenibles y seguros rurales, crea un círculo virtuoso en el sector agrícola, ya que las técnicas sostenibles mejoran la resiliencia de los cultivos y, en consecuencia, reducen la frecuencia y la gravedad de las pérdidas cubiertas por los seguros rurales.
Así, con menos siniestros y menos pérdidas, las aseguradoras pueden ofrecer productos con primas más asequibles, lo que anima a más productores a contratar seguros rurales. Esta dinámica beneficia no sólo a los productores, sino también al mercado financiero, que opera con un menor riesgo crediticio asociado a las operaciones agrícolas.
Para que esta integración sea efectiva, es necesario un esfuerzo conjunto entre gobiernos, instituciones financieras, aseguradoras y productores rurales. Son fundamentales políticas públicas que incentiven la adopción de prácticas sostenibles y la contratación de seguros, a través de subsidios y programas de capacitación.
Además, concienciar a los productores de los beneficios de estas herramientas y de la importancia de la gestión de riesgos es esencial para promover el cambio cultural que el sector necesita.
Fuente: Sonho Seguro
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