El Banco Mundial acaba de plantear, en el segundo trimestre de este año 2025, que los países de Centroamérica y el Caribe pueden prepararse mejor ante desastres causados por ciclones, terremotos, inundaciones y deslizamientos, si se incorporan al Programa de Aseguramiento contra Riesgo Catastrófico en Centroamérica y el Caribe, programa que apoya la construcción de resiliencia mediante el acceso a seguros contra riesgo catastrófico, y aporta asistencia técnica inmediata luego de un impacto de la naturaleza.
En el pasado reciente, el Caribe ha sufrido grandes pérdidas económicas por daños considerables en estructuras e infraestructuras turísticas, agrícolas, industriales, energéticas, telefónicas, urbanas, viales, acueductos, sistemas de riego, y escuelas y hospitales, por lo que los países de la región deben aplicar planes conjuntos, y pólizas de seguros de respuesta inmediata, ante catástrofes por impactos de terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, huracanes, tormentas, inundaciones, y deslizamientos de laderas.
La alta energía elástica acumulada en los bordes de placas tectónicas de la región amenaza con grandes terremotos y tsunamis, mientras la alta energía atmosférica derivada del cambio climático, acelerada por el incremento del contenido de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, amenaza con huracanes potencialmente más peligrosos, y con lluvias torrenciales repentinas y desastrosas, aún sin tormentas ni huracanes, ya que desde el 2014 el planeta vive el período más caluroso desde que en 1880 la Organización Meteorológica Mundial (OMM) comenzó a llevar registros de temperaturas globales.
Tres ejemplos indiscutibles de terribles impactos de la naturaleza sobre el mar Caribe y el golfo de México son: En primer lugar, el terremoto que en enero 2010 destruyó a Puerto Príncipe, capital de Haití, con 316 mil muertes (segundo terremoto con más muertes en el planeta Tierra), 350 mil heridos, 400 mil edificaciones destruidas y 1.5 millones de damnificados, lo que derivó en el colapso de los sistemas productivos, crisis económica superior a la capacidad de respuesta del país, inestabilidad política interna, flujo migratorio excesivo hacia todos los países de la región, pero mayormente hacia República Dominicana por un tema de cercanía geográfica al compartir el mismo territorio insular.
En segundo lugar, a nivel regional, el terrible impacto del huracán María sobre la isla de Puerto Rico, en septiembre 2017, del cual la isla conserva cicatrices visibles en su infraestructura eléctrica, en su infraestructura vial, en sus embalses para almacenamiento de agua para acueductos y canales de riego, en escuelas y hospitales, y en su aparato productivo, estimándose que cerca de un 14% de la población de la isla, es decir, casi 480 mil ciudadanos, se vieron obligados a emigrar, mayormente hacia Miami y New York, porque el huracán les dejó sin fuentes de producción de ingresos económicos.
En tercer lugar, tenemos las lluvias torrenciales caídas el 4 de julio de 2025 en Hill Country, en el estado de Texas, con cerca de 100 muertes, incluidas 28 niñas que asistían al campamento cristiano Mystic, a orillas del río Guadalupe, donde precipitaciones de hasta 600 milímetros de lluvias por metro cuadrado, o sea, el equivalente de varios meses de lluvias, en pocas horas, barrieron todo el campamento ubicado a orillas del río, lo que de inmediato generó intenso debate político.
De un lado la oposición política de EUA argumentó que no hubo alerta temprana para evacuar la zona afectada por las inundaciones, y de otro lado el presidente Donald Trump respondió que sí se emitieron alertas tempranas por saber que el río sube cuando llueve mucho, pero que el desbordamiento del río ocurrió en segundos, y nadie vio venir la dimensión de la inundación, ni siquiera la gente más talentosa en meteorología, enfatizando que nadie debe utilizar una tragedia natural para fines políticos, y quien lo haga debe sentir vergüenza al hacerlo, sin embargo, desde hace varios años el condado de Kerr había considerado la necesidad de instalar un sistema de alertas tempranas por inundaciones, pero no se materializó por el alto costo del sistema.
En adición a estos tres desastres, el hecho de que un reciente terremoto, con epicentro en Mandalay, Myanmar, derribara una torre de 30 niveles ubicada a 1,000 (mil) kilómetros de distancia, en suelos flexibles de Bangkok, capital de Tailandia, nos enseña qué tan lejos pueden llegar los daños sísmicos directos, y nos indica que es tiempo de que todos los países caribeños aunemos conocimientos, experiencias y esfuerzos para adoptar planes y programas conjuntos en materia de prevención, educación, gestión y mitigación de riesgos naturales.
Frente a fenómenos derivados del cambio climático, y frente a la sismicidad, la prevención de desastres debe ser una urgente prioridad para nuestra sociedad, y la ausencia de sistemas de alertas tempranas no debe justificarse superponiendo el valor del equipamiento sobre el valor de la vida de los ciudadanos, pues los errores cometidos ante la Dana de Valencia debieron servirnos de referencia para evitar esta nueva tragedia de Texas.
Fuente: El Caribe
Enlace: https://www.elcaribe.com.do/opiniones/prevencion-de-desastres-en-el-caribe-y-el-golfo-de-mexico/
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